Se sentó ante la pantalla de su computadora. Acababa de darse un baño y el agua aún goteaba de su magnífico cuerpo. No se había puesto ropa, últimamente le incomodaba demasiado. Tecleó una palabra en el google, encontrando el resultado que quería. Sonrió de oreja a oreja.

Una hora más tarde, dos hombres fornidos la detuvieron ante la entrada de un prostíbulo. Ella logró convencerlos de que era una chica nueva, y no hablaba enteramente con la mentira.

No le fue difícil llegar hasta el gerente del sitio. El hombre la contrató con la mirada. Fue un hueso duro de roer, pero logró convencerlo de que únicamente podía trabajar los viernes. Su nuevo jefe la invitó a subir al escenario y probar lo que sabía con el pulido tubo metálico en medio de él. Ella no sabía bailarlo y tampoco vestía las imponentes botas de sus camaradas, pero ya había pensado en algo.

Se apagaron las luces y en vez de una sentida balada inició un violento mixeo reggaetonero. La Esclava dio algunas vueltas en el tubo. Usaba  un conjunto de lencería fina que Harry le había regalado, y que tenía en cantidad. Bajó del escenario y se acercó a la audiencia. Las luces parpadeantes no le dejaba ver bien sus rostros, pero lo que ella buscaba era un bulto considerable en algún pantalón.

Se montó sobre uno de la primera fila, restregando su culo contra la entrepierna del tipo. Le fascinaba la sensación del erecto miembro a través de la tela. Poco a poco avanzó, estimulando a todos los afortunados de las primeras filas; pero para los de atrás les aguardaba una sorpresa.

Al restregarse, buscó entre los bolsillos, encontrando un billete de diez. El hombre no se pudo negar, estaba completamente idiotizado. Con una seña, le indicó que le quitara el sostén. Sintió las manos ansiosas que la despojaban de la tela, dejando sus pechos al descubierto. Prosiguió su camino, hurgando en los bolsillos; si encontraba dinero, o restregaba sus tetas contra el pecho desnudo del afortunado o se ponía de espaldas contra él, le tomaba las manos y las guiaba a través de las líneas de su cuerpo. Cuando no encontraba nada, pegaba su cara en la entrepierna y la besaba y la lamía, pero nada más.

Entonces encontró un generoso billete de cincuenta. Se volteó de espaldas y se agachó. Entendió de inmediato y la despojó de la parte inferior de su lencería. Ahora estaba enteramente desnuda. Se sentó sobre él y con mucho cuidado le abrió el cierre del pantalón, ocultando el bulto con sus nalgas. El tipo le manoseó sin tapujo alguno, ante la envidiosa mirada del resto de la audiencia. Ella luego se volteó y se sobó contra él como una anguila agonizante, dando pequeños saltos, estimulando su erección hasta que pudo sentir la tan ansiada sensación húmeda.

Entonces se levantó y se pasó una vez más ante sus admiradores. Caminó como una modelo en pasarela, exhibiendo su cuerpo, contorneándose al ritmo de la música. Jugueteaba con su cabello, acariciándose. Sabía que la canción se acababa. Deteniéndose ante el hombre de los cincuenta, levantó su flexible pierna y la apoyó en el respaldar del sillón, dejando totalmente visibles sus labios vaginales. Los hombres quedaron enloquecidos cuando acabó la canción, y la vieron irse hacia la salida, con su exquisito culo yendo de arriba a abajo con su andar elegante.

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