"Putamadre, ahora si la cagaste, Grimmjow. Aizen-sama la quería para él", dijo Ulquiorra moviendo desaprobatoriamente la cabeza, cuando entró al cuarto y vio a Orihime temblando en el piso, fulminada por el semen del Espada. "Si fuera tú, iría a rogarle ayuda a la sociedad de almas", agregó pasando el dedo por la concha reventada de la rehén. La tomó del cabello y la llevó arrastrando. "Ya veremos que sucede".

Halibel ya no dijo nada cuando el semen de los shinigamis llegó hasta los más hondo de su ser, calentándole las entrañas. Aizen la tomó de los cabellos y metió su pinga en su boca, y descargó una descarga violenta y cuantiosa. La arrojó al suelo junto a la sopa de chele y orgasmos que la abusada Espada había liberado antes. "Creo que la secamos. Ups", dijo Ichimaru Gin. "No desesperen que aquí llega nuestra nueva invitada", dijo Aizen, cuando vio entrar a Ulquiorra, que arrastraba a orihime de los cabellos. El arrancar la lanzó hacia su rey como una muñeca de trapo viejo. "¿Qué significa esto, Ulquiorra?", preguntó. "El imbécil de Grimmjow no pudo contenerse", respondió. "No hay problema. Trae aquí a syazel aporro", dijo Aizen.

"Llamó, ¿Aizen-sama?", dice el Octavo espada, Syazel aporro grantz, sin inmutarse por el macabro espectáculo de su hermana arrancar fulminada en el piso, y la rehén temblando aún por la violencia sexual de Grimmjow. El señor de Las Noches respondió sin preámbulos: "Libera tu espada. Ya sabes que hacer". Syazel desenvaina y libera su Fornicarás. Orihime inoue abre los ojos y ve como un líquido extraño sale salpica en el cielo y cae sobre Aizen y sus camaradas. Para su horror, decenas de clones empiezan a aparecer; todas con la misma sonrisa lasciva.

"Caballeros, que comience la verdadera fiesta"...

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